La política, con su naturaleza cambiante, siempre nos tiene al borde del asiento, y esta vez no es la excepción. En su columna más reciente, Oscar Glenn reflexiona sobre cómo la realidad puede dar giros inesperados, recordándonos ese viejo dicho: no hay plazo que no se cumpla. Publicado el 28 de mayo de 2024, el texto nos invita a pensar en lo impredecible que puede ser el juego del poder.
Glenn apunta que la volatilidad es una marca distintiva de la política bien llevada. Un día estás arriba, al siguiente puedes estar viendo todo desde abajo. Es un recordatorio de que los planes mejor trazados pueden desmoronarse en un instante, dejando a los actores políticos adaptándose sobre la marcha a un escenario que no vieron venir.
El autor no se queda en lo abstracto y pone sobre la mesa cómo estas sorpresas afectan a quienes mueven los hilos. Los líderes, dice, deben estar listos para lo que sea, porque el tiempo no perdona y los plazos, tarde o temprano, llegan a su fin. Es una danza constante entre estrategia y reacción, donde nadie tiene el control absoluto.
Para el lector, el mensaje es claro: en política, esperar lo inesperado es la norma. La columna nos deja con la idea de que, aunque los plazos se cumplan, lo que venga después es un misterio que solo el tiempo revelará. Una reflexión que resuena en un país donde la política nunca deja de sorprendernos.

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No hay plazo que no se cumpla
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