Un terremoto de magnitud 7.7 sacudió el centro de Myanmar el pasado viernes, dejando un saldo devastador de al menos mil 644 fallecidos y más de 3 mil 400 heridos. El epicentro se ubicó a 16 kilómetros de la ciudad de Sagaing, cerca de Mandalay, y su impacto se sintió también en Tailandia, India y China.
La tragedia ha movilizado a la comunidad internacional, que ya comenzó a enviar ayuda al país asiático. China aportó un equipo de 82 rescatistas y 100 millones de yuanes en recursos humanitarios, mientras que Japón y Reino Unido también anunciaron apoyo con suministros y fondos para las zonas más afectadas.
En Myanmar, la junta militar hizo un raro llamado a la asistencia extranjera, permitiendo la llegada de socorristas ante la magnitud del desastre. Carreteras destruidas, cortes de energía y comunicaciones colapsadas han complicado las labores de rescate, especialmente en áreas rurales.
Tailandia reportó 17 muertes tras el derrumbe de un rascacielos en construcción en Bangkok, a mil kilómetros del epicentro. Allí, las autoridades declararon estado de emergencia y trabajan para rescatar a decenas de obreros aún atrapados.
La ONU destinó 5 millones de dólares para atender la crisis, que se suma a los problemas preexistentes de Myanmar, como el conflicto armado y el desplazamiento de millones de personas. Expertos advierten que la cifra de víctimas podría aumentar conforme avancen las evaluaciones.
Este sismo, uno de los más letales en la historia reciente de la región, pone a prueba la capacidad de respuesta de un país ya golpeado por la pobreza y la inestabilidad política. La ayuda internacional será clave para mitigar el sufrimiento de millones de afectados.