A sus 8 años, Leonardo López Luján ya estaba inmerso en el mundo de la arqueología, lavando y marcando fragmentos de cerámica en excavaciones durante los veranos. Hoy, como director del Proyecto Templo Mayor, lleva más de 30 años descubriendo los secretos de Tenochtitlán, la antigua capital mexica que yace bajo la moderna Ciudad de México.
Su destino parecía escrito: su madre fue asistente del célebre arqueólogo Alberto Ruz Lhuiller, y su padre, un historiador especializado en la civilización mexica. Criado entre charlas sobre el mundo indígena y viajes a zonas arqueológicas, López Luján convirtió su infancia en una carrera apasionante que hoy lidera con un equipo de unas 30 personas.
El Proyecto Templo Mayor, con más de 40 años de trabajo, ha desenterrado gran parte del recinto sagrado de Tenochtitlán, revelando claves de la vida mexica. Sin embargo, no todo es sencillo: la densidad urbana y el suelo inestable de la capital limitan las excavaciones a pequeños pozos, haciendo de cada hallazgo un triunfo sobre las adversidades.
En la Ciudad de México conviven tres capas de historia: la actual, la colonial de Nueva España y, más abajo, Tenochtitlán. López Luján destaca que no excavan donde quieren, sino donde pueden, aprovechando obras públicas o privadas para echar un vistazo al pasado.
Pese a los obstáculos, el arqueólogo defiende el valor de su oficio. Estudiar el pasado, asegura, es esencial para entender el presente y forjar un futuro más consciente, rescatando una memoria que sigue viva bajo el asfalto y los rascacielos de la metrópoli.

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Leonardo López, el arqueólogo que desentierra la historia de Tenochtitlán bajo la Ciudad de México
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