La llegada de marzo trae consigo tradiciones que se pierden en el tiempo, y en Apan, Hidalgo, no es la excepción. Ahí, la cuaresma se vive con una mezcla de devoción y sabor, donde el aire se llena de aromas que despiertan los sentidos. Los habitantes se preparan para un ritual que va más allá de lo religioso: la comida como protagonista de la temporada.
En las calles, el bullicio de los mercados resuena mientras las familias buscan lo esencial para sus platillos. La trucha, fresca y jugosa, se convierte en la reina de la mesa, acompañada de nopales y habas que brotan de la tierra de la región. Estos ingredientes no solo alimentan el cuerpo, sino que conectan a la gente con sus raíces, con una historia que se cocina a fuego lento.
La preparación es todo un evento. Las manos expertas de las cocineras transforman los productos simples en guisos que llenan de vida las casas. Desde caldos humeantes hasta ceviches que refrescan el paladar, cada receta lleva el sello de la tradición, adaptada al ingenio de quienes la elaboran año tras año.
Pero no todo es solemnidad. En Apan, la cuaresma también es excusa para reunirse, para compartir en torno a la mesa. Mientras el sol cae, las conversaciones fluyen entre bocados, y la comida se convierte en el hilo que une a la comunidad, recordándoles que, incluso en tiempos de reflexión, hay espacio para el disfrute.
Este es el retrato de un lugar donde la fe y el sabor caminan juntos. Un momento del año en que Apan se viste de aromas y texturas, mostrando que la cultura se lleva en el estómago tanto como en el corazón.

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En tiempo de Apan
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